Ese día fue un día que
quisiéramos que no hubiera ocurrido. Ese día perdimos a una persona
excelente. Una persona que fue víctima de su propia integridad, de la
honestidad mal entendida que le llevó a enfermar y esta enfermedad a acabar con
su vida.
No pudo perdonarse por la culpa
programada durante toda una vida en su cerebro y esta maldita culpa obró el
resto. Los pensamientos fruto de esta culpa le producían dolor, un dolor tan
insoportable que no encontró otra puerta de salida para deshacerse de él que
ponerle fin a su vida, a su dolor.
Nadie del entorno le reprochó nada, pero
esto no bastó, ni impidió que él mismo se lo reprochara todo y esta obsesión le
condujo a la muerte. Una víctima más de los efectos de la pandemia; aunque de
una pandemia permanente en nuestra sociedad que hace que enfermemos, que
hagamos daño y nos hagamos daño. No la provoca un virus de la naturaleza, este
virus es cultural y social. Tiene que ver con determinados principios,
determinadas expectativas, determinadas exigencias que nos llevan a creer que
somos valiosos por lo que conseguimos a nivel material, por lo que ganamos o
perdemos, por lo que entendemos que es nuestro rol ineludible y si no llegamos,
sufrimos. Nadie nos enseñó a querernos por lo que SOMOS, solo por SER.
Tú tenías mucho valor por tu SER y no
fuiste capaz, no fuimos capaces de que lo creyeras. Eras un SER valioso al que
la enfermedad de este tiempo le provocó una ceguera mental y un sufrimiento
infinito que solo pudiste parar dejando de pensar, dejando de estar.
Nos va a costar muchísimo dejar de
tenerte, de hablarte, de discutirte, de verte, pero que a nadie se le ocurra
ponerte ninguna etiqueta. Son estas etiquetas las que nos matan. Nos quedamos
con la esencia de tu SER, tu inmenso valor y valía como persona y que la
DEPRESIÓN no te dejó ver. ¡Cuánto daño nos hace la auto exigencia, las
expectativas e ideas de esta cultura que asimila VALOR a POSESIÓN, que igualan
el SER con el TENER! Roles que nos creemos y nos hacen sufrir y hacen sufrir a
las personas que están a nuestro lado.
Espero que tu marcha nos ayude a
entender que todas y todos somos VALIOSOS Y VALIOSAS, tengamos algo o no,
trabajemos o no, consigamos éxito o fracasemos.
Para mí eras VALIOSO. Lo serás por
siempre. Te mató la enfermedad, te mató el virus de la culpa. Te mató el no
haber aprendido a quererte más allá de todo lo que nos han metido en la cabeza,
el no haber aprendido a pedir ayuda. La enfermedad te lo impidió y no fuimos
capaces de transmitirte todo lo que te queríamos y necesitábamos.
Aprenderemos a querernos gracias a ti.
Tu esencia siempre nos acompañará. Ahora será difícil aceptarlo durante un
tiempo debido a la rabia y la impotencia que sentimos. Tendremos que entender
que esta enfermedad es la que mata. El cáncer de nuestro tiempo, la
DEPRESIÓN.
Te queremos, os quiero. Conjuguemos en
primera persona, ME QUIERO. Tú nos vas a ayudar a tenerlo presente.
Adiós amigo